lunes, 11 de septiembre de 2017

El teatro.

El musical terminó cuando bajaste del escenario. Si, apagaste todos los focos, esos que hacían que brillasemos. Pero te fuiste sin bajar el telón.
Yo me quedé en lo más alto de la madera. Lidiando con tu ausencia, diciendole que se fuera, gritando que volvieras. Me quede sola en la función. Monstruos salían de lo más oscuro del plató, y aquello en una obra de terror se convirtió. Sentí frío. Tanto que mi corazón tiritaba más que palpitaba. Pequeña. Sola. Indefensa. Perdida en la nada de la habitación. A la espera del final feliz que nunca llegó. Me metí tanto en aquel papel que no vi que el monstruo era yo.
Volviste y viste la parte más tenebre del teatro. Quise tirarme desde la vertiginosa altura del escenario. Quise morir cerca de tus pies. Mas, tu frenaste la caída. Subiste de nuevo, volviste a la función, encendiste un par de focos para llamar la atención. Mis lágrimas se evaporaron con el calor de las brillantes luces. Deje de actuar, lo sentí tan real... Que confundí pasión con realidad.

Luego recordaste que solo somos un par de artistas perdidos.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Un pajarito encerrado.

Mil veces me encerrais en jaulas, de mil tamaños y mil nombres. Mil veces me decís que de eso se trata mi felicidad. Tratáis de convencerme, tratáis de hacerme creer que realmente soy feliz. Que decidan por mi, es mi única libertad. Pero no es la verdadera.

No me engañáis. No soy feliz. No soy libre.

Mil veces he callado, mil veces he bajado la mirada. Mil veces he anelado batir mis alas. Tratáis de vencerme, tratáis de dominarme, tratáis de ahogarme y asfixiarme. Esa es vuestra felicidad y no la mía. Vuestra felicidad es retenerme.

Mas, no me engañáis. No soy feliz. No soy libre.

Mil veces he llorado. Mil lágrimas derramado. Mil veces grité en vano. Tratáis de oprimirme. Tratáis de deprimirme. Tratáis de olvidar lo que soy. Pero soy un pajarito encerrado. Un pajarito triste y desalmado. Una jaula no evitar ser pájaro.

No me engañáis. No soy feliz. No soy libre.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Mi condena.

Me marchito como las rosas tras morir la primavera. El dolor yace en mis entrañas. Me odian, me reprimen, me oprimen, me engañan. Me acusan, me encierran y me cortan las alas. Me protegen, dicen. Mas me dañan. Agrietada, mi piel se pudre. Me prohibieron el sol. Vivo deshidratada. Vivo mas no vivo, solo respiro. Pero respiro humo. Respiro veneno. Me adormecen, me paran.
Y yo tengo la culpa. Tengo la culpa de recibir la maldad que nunca les para. Me hacen tragarla. Dicen ser yo la mala. Dicen que recibo lo que doy. Dicen que tengo lo que me gano. Dicen que me lo busco. Dicen que es lo que merezco. Dicen que yo sola lo pido. Dicen pero yo no he dicho nada.
Callada, pequeña, sola y aislada. Pasan las horas, pasan los años, pasan miradas despiadadas. Pasan, y yo no digo nada. Lloro. Hasta el punto de creer que es verdad.
Lloro por no decir nada. Lloro por dejar que las cosas pasen. Lloro la impotencia de no poder hacer nada. No puedo volar, no tengo alas. Más corro. Corro como hámster en rueda. Pero no llego a ningún lugar, no encuentro hogar donde pueda descansar.
Me odio. Me odio a mi misma. Yo soy la razón de mis problemas. Quizás, si no me moviera, no me miraban. Quizás, si nunca respirase, nunca me escuchasen. Si nunca huyera, nunca me retuvieran. Si nunca les mirase a los ojos desafiante, nunca tendría que bajar la mirada. Si nunca luchase nunca muriera. Pero quizás, si no existiese, nunca molestase.
Yo nunca quise hacer daño a los demás, pero ellos se ofenden cuando intento sentir libertad. Ellos sufren con mi felicidad. Parece ser que daño, se dañan, me dañan y me daño.
Vuelco el odio hacia mi persona, porque estoy sola. Estoy condenada a estarlo.