jueves, 20 de septiembre de 2018

La habitación.

A fuera, el cielo nublaba el azul. Podía llegar a observarse a través de aquella persiana que nunca cerraba del todo. Nos rodeaban cuatro paredes vacías. En aquella sala, el suelo fingía ser mesilla de noche la cual sujetaba un cenicero repleto de colillas y restos de manzanas. Ocupando el mayor de los espacios se encontraba un mísero colchón sostenido también por la misma superficie. Nuestros cuerpos de alambres se encontraban tirados a esta misma altura. De milagro quedaba espacio para un armario medio abierto, con escasas ropas sin doblar. Una mochila y un macuto con olor a pis de gato. Para más irritación una puerta que jamás se pudo cerrar donde el cerrojo se encontraba colocado en la parte de fuera.
Era una habitación oscura y fuertemente silenciosa. Nos contentamos de que al menos no se escucharía el colchón a falta de somier. Los orgasmos fueron los ruidos más fuertes después de la respiración al dormir.
Allí hicimos vida y reclamamos muertes, respirando las caladas de todos aquellos cigarrillos de "después".
Rodeados estuvimos de miserias, refugiados en la misma ruina. Yo decidía perderme entre su piel, dejando pasar las horas. Decidieron mis manos buscar piso en su cintura y mis ojos se evadían de la realidad, escondiéndose en la lujuria que condenaba su mirada. La frustración de abandono propio y desgracias reiteradas podia respirarse, con un olor a podrido inundando nuestros pulmones.
Pero eso no me impedía disfrutar del calor que nuestros escasos cuerpos sudados desprendían. Y el miedo desaparecía de mis entrañas, huyendo como un loco cada vez que él mezclaba su saliva. Cada vez más nuestras piernas se enredaban y su sonrisa a veces aparecía, conmoviendo así mis sentidos. Poco a poco comenzaba a inundarnos el deseo, la ira y el desenfreno. La velocidad aumentaba, mientras echábamos carreras con las agujas del reloj. Ambos comenzamos a elevarnos. La sangre resbalaba por mi espalda, mientras la suya cesó de circular por su cabeza. Y beso tras beso quedamos suspendidos en el aire.