jueves, 19 de abril de 2018

Mi Lennon.

Han pasado años y no ceso de soñar con observar tu pálida piel enfermiza a milímetros de la mía, ya vieja y con algunas arrugas más. Después de tantos y tantos años se ha desarrollado mi demencia tras tu pérdida. El silencio se convierte en la melodía de tu guitarra bajo mañanas de lluvia.
Fuiste y serás mi Lennon, revolucionario morirás soñando con la paz. Con tus gafas redondas, con tu pelo largo y rebelde. Con tus ganas de vivir y de luchar.
Mientras, persigo la elegancia de la negra tela que rodea mi cuerpo, a la espera de que vuelvas algún día, a la espera de que cambiemos este puto mundo inerte. A la espera de volver a darle vida, darle una armonía, un acorde, y a veces la percusión de una batería. A la espera de darle color, de darle brillo, contraste y distintas tonalidades.
Y mientras das vueltas perdido entre los bares de la bohemia, enamorado del calor de los metros, creyendo que eres feliz en una nueva miseria más. Y yo también doy vueltas cual tío vivo en la búsqueda de la salida del bucle, aprendiendo por el camino la belleza irreal que el arte esconde, para llegar de nuevo ebria a casa, mirarme al espejo y llorar. Porque otra vez te fuiste.
Jamás pedí que te quedaras, sin embargo, siempre fue mi mayor deseo. Y me acostumbré a vivir sin ti, pero eso nunca fue la cura de mi pena. Aprendí a ocultarla en lo más profundo de mi ser, mas, mi mirada perdida entre la nada reclama tu regreso. El poder dormir a tú lado, aunque sea bajo puentes en las noches más frías. El poder mirarte a los ojos sin que nadie aparte la mirada indiferente y marche.
Con rencor y odio bajo los párpados.

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