martes, 5 de enero de 2016

Decía que la vida era arte.

Decía que la vida era arte, era un dibujo. Decía que nosotros dibujabamos nuestra historia. Que cada uno sabía el trazo que le quería dar, la luz, el color. Me explicó que se podría borrar, pero que se quedaría la huella. Por lo tanto debía de aprender a dibujar bien, sin uso de goma. Que si algo salía mal, podría cambiar la técnica, la actitud.
Si fuese arte, mi vida sería la digna obra del diablo. No lucho por mi futuro porque está vacío. Vivo cansada de escuchar a la gente repetirme una y mil veces «el arte no tiene salidas ni te dará de comer» «un artista no tiene buen sueldo, olvídate de serlo». Lo que me diferencia de todas ellas, es que puedo escribir mis propios textos mientras comienzo a vivir, y soy capaz de ver la vida de otra manera mucho más triste y a la vez más bella. Encontrando belleza en la oscuridad, la maldad, la muerte, el sexo, las drogas... Soy capaz de hacer parecer que todo esto parezca bueno, bello. Me llaman la atención la gente triste, con problemas. Gente que se aleja del rebaño, esas ovejas negras. Siempre me enamoro de personas felizmente infelices, a las que parece que todo les va bien, y hay que conocerles realmente para descubrir esa triste belleza que esconde en su interior.
Asi pues, no me hableis del bien, de felicidad, o quizas más bien de diversión si escaseais de orgullo. Ya que me refugio en el don de la palabra para dar donde más duele.
Quizás a la vida le falten poetas que reemplacen a tanto incompetente. Poetas que tengan miedo de sus propias rimas, pues no quieran que lleguen a su final. Seguiré el curso del arte que me explicaste, buscando a mi perdido poeta. Perdido porque ya no soy musa de sus versos, para hablar de amor vive del pasado. Se cansó de un presente a mi lado.

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