lunes, 29 de enero de 2018

El espectaculo ha comenzado.

Se abre el telón.
Ella, sentada en una de aquellas mesas del fondo. Con un flequillo mal peinado y el cigarrillo ya liado.
El actor principal aún no ha llegado. No está aún en el escenario.
Aquel altar de madera seguía vacío, esperando expectante una nueva función que admirar. El resto del público tornaban sus cabezas huyendo de los focos.
Al fin se oyó un resoplar. Su guitarra se encontraba cansada de tanto actuar por actuar.
Era otra noche más, de nuevo en el mismo bar, bar de artistas olvidados por la sublimidad que les contorneaba dotados de virtud.
Y puede que aún no hubieses llegado tú, ni tú, ni tampoco tú.
El espectáculo ya había comenzado.
Tocó música la tabla alta al retumbar sus pies sobre ella, antes de que el propio intérprete comenzará a declamar.
La dama del fondo, como una oscura sombra más entre los espectadores, aguardaba vigilante la nueva farsa. Mas dilatarse hicieron sus pupilas al conocer algo tan verídico como una voz tan soberana sobre un decorado tan abandonado.
Y allí se quedó bajo sus pies la cortesana, percibiendo el aullido melódico de su canto bajo las lunas electrizantes que fingieron ser simples focos.
Aquel gracioso juglar cantarín había paralizado la sala. El auditorio se había transformado en penumbra, había logrado que reinaran las tinieblas.
Para su suerte, o tal vez su desgracia, la mujer trajeada de negro aún respiraba. Se calmaron sus tiritantes piernas, se debilitaron todos los cargantes músculos que formaban aquella delicada anatomía. Se aflojaba su pulso. Su pálida piel indicaba su fin,.. Sin embargo, ella se encontraba más viva que nunca.
Aquella noche de enero, nuestro protagonista hizo resurgir incluso al mismísimo rey del Rock y Can't help falling in love fue la banda sonora para estos créditos finales.

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