sábado, 13 de enero de 2018

Libertad, igualdad y sororidad.

Somos las mujeres francesas tras la revolución. Somos las mujeres indignadas por nuestra opresión. Quisimos estar al lado de los hombres y solo nos permitían estar calladas.
Así fue que Claire Lacombe y Pauline León fundaron en 1793 la Sociedad de Ciudadanas Republicanas Revolucionarias, en la que participamos 200 mujeres entre burguesas y del pueblo. Después creamos la Confederación de Amigas de la verdad, con Etta Palm d' Aders a la cabeza.
En 1790, Theroigne de Mericoury había fundado el club de Amigos de la ley, y dos años después incitó a la mujer a organizar un cuerpo armado. Finalmente creamos un total de 56 clubes republicanos femeninos con una actitud más o menos desigual, pero lo más importante fue que nosotras mismas, las que estábamos participando de forma activa en cada pasito para la revolución, observamos que el nuevo Estado no estaba aplicando esos principios de igualdad universal que tanto pregonaban.
Así nosotras gritamos con fuerza que también sabemos manejar otras armas, que el huso y la aguja.
Finalmente, planteamos el derecho a la educación y al voto, a derechos dentro del matrimonio y la abolición de la prostitución.

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