martes, 1 de diciembre de 2015

Amor.

Dulce dolor que en mi pecho se asienta, deshaciendo maletas. Indicando que se quedará por un tiempo, para disfrutar retorciendome en una muerte lenta. Abriendo heridas que ya estaban cicatrizadas para así poder echarles un poquito de sal. Se ha apropiado de lo mejor de mi cuerpo, latiendo mi corazón por cada suspiro de su boca, la cual escapa dulce soplo de vida por la que vivo. Soplo con el que sueño respirar en todo momento.
Ardiente fuego de pasión que arde en mis entrañas, rojo como sangre que fluye en mis mejillas al ver tu calida sonrisa. Complaciente llaga en mi boca por querer rozar tus labios, sufren los mios de dolor por la falta de tu cariño, pues por tus circunstancias dejas siempre al olvido, olvidando quererme, olvidando tu olvido. Amargo veneno pinchastes en vena declarando tus dudas, declarando su ternura, declarando mi pena. Dulce amargura provoca en mi cuerpo, quedando vacio en el silencio de la soledad en el tiempo de no verte, tiempo en el cual solo le pertenezco al frío de este diciembre sombrío. Delectable dolencia queda en mis ojos por esa ácida lluvia que brota de ellos, inmenso mar de agua salada, agua de pena, agua de drama. Alegre tormento provocado por tu huracán, ese que tan pronto estas bien, tan pronto estas mal. Tu trastonos de personalidad son como latigazos, tremendo dolor que me inspiras mientras escribo estos textos, añorando tus brazos. Herida provocada por una fiera, que con tu zarpa me abristes el pecho, registrando el tesoro que guardaba allá a dentro, devorando el ritmo que provocaba mi buen vivir. Blanda muerte me produciste, enamorandome de ti.

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