viernes, 27 de noviembre de 2015

Me converti en aire solo porque así me necesitarías.

Ha pasado tanto tiempo, te parece que ya no me acuerdo, sin embargo mi castigo es mi lamento de no escuchar los sonidos de tus besos. Era infantil, demasiado ingenua por aquel entonces, a la vez demasiado rebelde. Tu dulce presencia provocó que viera todo de manera diferente. «Has camiado mi mundo» te dije ha los ojos sintiendo un te quiero jamás escuchado, «¿en que?» preguntaste extrañado. «En todo» respondí, sabiendo que a partir de entonces no volvería a ser la misma. Sabía que a partir de ahi tendría que aprender a ser fuerte, recuperar lo perdido, y afrontar fuertes despedidas. Contigo surgió magia en la primera mirada. Esos pequeños ojos color miel, esas miradas que erizan mi piel. Tu me enseñastes la dulce voz del mar, nuestro mar. El hechizo que crea el horizonte entre ese cielo repleto de estrellas y el mar infinito. Como loca me dejé estallar en tu boca, como la ola enamorada de la roca. Ahora no hay estrella que guíen mis pupilas, aunque otros cuerpos de vez en cuando se arrimen un poquito a mi, ninguno como el tuyo me ha hecho a mi feliz. Pues vivo enamorada pese al paso del tiempo, enamorada del lamento, de no poder tenerte siempre presente, asi pues, enamorada del pasado. Temiendo al futuro por la falta de tus besos. Pues no supe lo que era el cielo hasta que tus manos no tocaron mi pelo. No comprendí que era el amor, hasta que no te vi desnudo ahí, bajo nuestras estrellas. Y que si realmente existe la gloria debes saber que esta en tu boca.
¿Recuerdas aquella piruleta? Aquella con la que incie una guerra en tu boca, buscando la conquista, robando tu saliva. Porque aun añoro el instante de ambos sumergidos en nuestras aguas, jugando como niños, mojados como ranas. Abrazada por tus brazos, un beso prohibido, sin rechazo. Aquel dulce humo sabor a regaliz que salía por tu boca, aquellas tardes tumbados en el césped. Y aquel frio de la noche donde mi único cálido soplo de vida eras tú. Pasión, juego, amor, caricias, en la zona con mejores vistas al mar, subidos en aquellas dunas, nuestras dunas. Aquella luz verde, como recuerdo de tu presencia en aquel loco corazón aún sano, luz que fue perdiendo brillo por tu ausencia. Aun recuerdo como me secabas las lagrimas, trantandome cual princesa enamorada de tu cabello, caballero. Tu del sur, yo del norte, otro mundo nos separa, pero recuerdame siempre, haremos que no importe. Pues tu me has enseñado el cielo, el viento, el arte de sentirte en mis adentros. Que aunque ya solo me quede el recuerdo fuistes mi mejor maestro. Me enseñastes la música de aquellas mágicas sirenas, bajando la luna a mi puerta. Nunca olvidaré la brisa del mar acompañando a tu sonrisa.

«Cuanto daría porque este mundo no girase tan deprisa»

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