viernes, 13 de noviembre de 2015

Y en el último soplo del viento.

Tras un pasado insano, me exilié de lo humano, del placer que conlleva serlo. Decidí morir a manos del diablo. Guarde odio y recelo hacia el mundo exterior, zugando la sangre de aquel loco suicida que se atreviese a quererme. Me transforme en un animal, exclava de mis instintos de forma irracional.
En cambio hoy el cálido sol roza mi fría y pálida piel, expongo mi cuerpo bajo el brillante cielo sin miedo. Ante tu escasa risa silenciosa. Triste y pobre descendiente del Rey Licaón, cual traidor dio a Zeus probar carne humana.  Pobre licántropo soñando con salvar vidas, sin saber que existen balas de plata. Ámame de verdad antes de clavarme la estaca, que contigo quisiese pasear yo bajo tu luna plateada. Que ambos inmortales sentimos como el resto de los mortales, también tenemos miedos. Sentimientos con olor a rancio pues soy procedente de mi tiempo pasado. Tu me devuelves la vida con cada sonrisa, provocando una cálida brisa, mis ojos en rojo me avisan, de la sed que siento de probarte, capturarte, tenerte, devorarte. Ambos de mundos distintos, tu te guías por sentimientos, yo solo por instinto. Enamorado estabas de la luna cuando empezaste a quererme, yo buscando venganza a oscuras cuando te presentaste de frente, calmando mi ira, cesando mi rabia, curando la herida de mi cuello que hizo un canalla con malas azañas.
Así pues disfrutemos la eternidad del efímero tiempo. Así de contradictorio, que cuando quiere va rápido, y cuando quiere va lento. Vallamos a la oscuridad infinita en un momento, que voy a lamerte las heriditas que en cuerpo te hicieron. Tu solo calienta mi cuerpo, para seguir sintiendo viva esa llama de vida. Y en el último soplo del viento, en el tiempo perfecto, te tengo, un susurro: te quiero.

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