miércoles, 4 de noviembre de 2015

A la espera.

Las horas se hacen eternas cuando desapareces en el tiempo de la soledad de no verte. El frio congela mi cuerpo y solo la viva llama de un cigarrillo calienta mis pulmones. Dulce y lenta muerte que produce. Mi piel temblorosa, palida y fria llama a gritos el calor de la tuya, pues necesita una calida lucha con el bombear de tu sangre. Mis ojos se hunden en drama y tristeza al no poder ver tu sonrisa a un centímetro de la mía. Mis labios se desangran al no rozar la miel de tu boca. Enfermos piden su dosis diaria de tu medicina. Esa medicina que elimina mi angustia existencial en este frio de otoño entrado. Donde caen las hojas al vuelo del viento, el cual hace que desaparezcan en el olvido del silencio. Mientras cuento los segundos para volver a sentir.

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