lunes, 16 de noviembre de 2015

Que se pare el reloj que cuenta las horas que no quiero perderte.

Una vez conocí a alguien. ¿Mi primera impresión de él? Rapero de barrio. Aunque pese a su falta de hogar, su rutinaria costumbre de hacer maletas, y su vicio por mezclar tequila a la cerveza, el prefería denominarse “poeta”. Frío y distante que era, hasta que se abrió el pecho dejando que le registrase. Era la persona mas sensible que podía existir hasta más allá de los confines de la tierra. ¿Lo que más me gustaba de él? Su risa. Era lo más curioso. Nunca se oía. Decía que nunca era capaz de reírse en alto, y pocas veces lo hacía. Yo conseguí provocarla, conseguí oírla.
Él amaba el arte, siempre admirando mi esfuerzo en ello considerándolo como don, lo que él no sabía es que él mismo, ya lo era. Era arte. Tanta belleza tanto por dentro como por fuera era formidable, admirable, insuperable. Increíble.
Era graciosa su forma de vestir, siempre con camisetas de sisa, las tenía de todos los colores. El pantalón se le caía incluso con cinturón. Su pelo era negro como el tizón y sus ojos... Sus ojos eran de otro mundo. Con ellos me mostró otra forma de ver. Yo siempre tan egocéntrica no era capaz de mirar más allá de la punta de mi nariz, él sin embargo daría su vida en busca de paz, esa paz que nunca existió en nuestro planeta. Tenía clara sus ideas aunque yo siempre tratase de descolocarselas, sin embargo el se comparaba con un mogollón de hilos sueltos, sin orden mezclados entres sí, yo era la bovina que los ordenaba, ¡menuda contradicción existente en nuestras mentes! Se pasaba su vida pensando, pensando, pensado...  Pensando en la poca importancia de la felicidad del individuo para el estado, y la mínima respecto al condicionamiento de uno, en sus pensamientos era todo decepción frente al caos mundial. Le explique que existian las balas de plata, me replicó, expresando que siempre permaneceria su expiritu de oro, se referia a sus ideales, siempre existiria ese alguien que los defendiese. A diferencia de él yo planeaba, planeaba, planeaba... Planeaba hasta el número de gatos que tendría en mi piso. Planeaba no enamorarme, me aterrorizaba el estar toda una vida con la misma persona, creyendo que siempre habría algo aun mejor y me lo estaría perdiendo. Siempre miraba hacia el futuro, sin pensar lo bonito que era mi presente. Lo bonito que era jugar con él, debatiendole teorías, haciendo que se argumentase. Poco a poco comencé a creerle, comencé a quererle. Tantas pruebas de amor me daba, yo avariciosa, le pedí la luna, me hizo alcanzarla.
Cuando leía sus letras fluía en el aire, cuando me sonreía quedaba sólida, tan petrificada como una piedra, y cuando me besaba con tanta ternura hacia que me derritiese en forma líquida. Siempre tan caliente, era fuego, yo a su lado, vela. Era increíble la lentitud de las horas, cuando tocaba el timbre, todo era efímero. Con él descubrí lo que era ser valorada, recordé lo bonito que era sentirse querida. Con él supe estar enamorada, en esta vida de nada, donde todo lo anterior solo eran estupideces y que lo mas importante en mi presente, es tenerle. 

«Que se pare el reloj que cuenta las horas, que no quiero perderte.»

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