lunes, 23 de noviembre de 2015

Como buena musa.

Y entre tanta y tanta ciencia decidió aparecerse ante él. Devolviendo el color a su mundo cuadrado. Y entre cuenta y cuenta, desaparecieron sus números dejando ver su esencia, su belleza, su arte. Como buena musa, su afición siempre había sido saltar de flor en flor desabrochando blusas, bajando la bragueta de pintores y poetas. Como buena musa, muchos quisieron follarla, ella siempre anduvo confusa. Muchos trataron de alogiarle, gastando su dinero en joyas y prendas, sin embargo solo cobraba en arte, no le servían sus carteras. Otros tantos consiguieron retratarla, pero nunca en sus vidas. Otros les cantaban, nunca le llenaban.
Ahora la pobre musa se ve efusivamente enamorada de ese perdido poeta escondido en ecuaciones. Oculto artista renegado a la belleza de sus letras. Favorecido por ella que siempre se presenta cada lunes y cada martes, tratando de desabrocharle el traje. El se ciega, al ver en su desnudez tan explendoriosa belleza. Sin hablar de su cuerpo, sino de la magia que ella despierta. Tan podrida por fuera, desgastada por culpa de esa sucia goma de borrar que muchos usaron con ella. Tan dulce por dentro, pues enamorada le ama con fuerza.
Así ella se reprensenta en forma de métrica, se disfraza en rimas y fluye en ritmos mientras escucha su voz. Se aparece de repente como un fantasma presente, en sus folios y en su tinta, ya que no quiere despegarse de su vida. Solo lo haría con la condición de llenar su cuerpo de versos bajo las sabanas de su lirica hasta que se gastase esa tinta. Regalandole el éxito, llevandole al éxtasis. Entonces desaparecería tranquila, sabiendo que ha marcado su vida, no solo como buena musa, sino también como buena ninfa.

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