domingo, 3 de julio de 2016

Sexto sueño.

Era un día cualquiera de verano por Mérida, acababa de salir de casa de mi amiga Carmen, estábamos paseando a sus perras. Estaba contenta, pues ya estaba graduada y en menos de dos meses me iría a la universidad. Llegamos a la plaza que se encontraba cerca del centro, cerca del kebab donde tú trabajabas. Estabas allí sentado, esperándome en la puerta. Me despedí de Carmen, dándole dos besos y me senté a tu lado. Te di un beso como de costumbre.
-Pon música- Me dijiste. Así fue, que cogí el móvil y te puse Tupac, sabía que te gustaba. Comenzaste a cantar en ingles, yo no entendía nada, pero sonreía igual, me encantaba verte alegre.
-¿Que tal sigues?-Te pregunté.
-Estoy genial chamaquita, ya solo me queda la cicatriz del accidente, pero está todo curado, ya estoy bien.- Te besé en la mejilla, y miré aquella cicatriz en la frente, acariciándola con preocupación, pensando en lo que hubiese podido pasar si hubiese sido un poco más abajo, o si nadie hubiese llamado a la ambulancia aquella noche.
-Menos mal que estas bien, te llega a pasar algo y me muero. Aunque, lo siento si no he podido estar como debía de haber estado. Estaba muy ocupada con todo el tercer trimestre, tu tienes facilidad a la hora de sacar buenas notas, y a mi, uf, me cuesta bastante. Pero bueno, había muchísima gente que te quiere al rededor tuya.- Te respondí preocupada.
-Tu no le des vueltas mi niña, tu piensa que ya te lo has sacado, que estamos aquí, y que habiendo universidad de biología en Salamanca me voy contigo. Ya sabes, carpe diem, tempus fugit, somos jóvenes.-Dijiste entre risas, entonces me miraste a la cara y me dijiste- Madre, va a ser muerte ¿eh?- Yo comencé a reír a carcajadas y tú comenzaste a sonreír de forma progresiva, mirando hacia ambos lados, primero uno, luego otro. Yo ya conocía ese gesto de memoria, sabía lo que ibas a decir y lo gritamos los dos a la vez
-Reeeenta.
Pronto llegó la furgoneta verde de trabajo de mi padre, me recogió y me llevó al pueblo.

Desperté, miré el reloj. Eran las seis de la mañana de un sábado y la realidad no me abandonaba. Rompí a llorar.

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