domingo, 3 de julio de 2016

Tercer sueño.

Acababa de salir de clases. Subía hacia la plaza que había justo al lado de mi escuela, aquella a la que todos nombramos como "La Plazita". El sol radiaba por todo el lugar sin dejar ni un solo rastro de sombra. Vestía con ropa de verano. Al entrar en ella no dudé el asiento. Volví a sentarme en el mismo banco de siempre, el tercero empezando a contar desde la izquierda mirando de frente a la escuela. Aquel banco ya era nuestro.
Allí, sola, esperaba tu llegada al igual que todas las mañanas desde que te fuiste. Al fin, ese día, después de casi tres meses de espera, apareciste. Llegaste desde abajo, desde la calle de la escuela. Con pantalones cortos y anchos. Con aquella enorme camiseta de tirantes gris y negra.Con aquellas dos barras de locura que colgaban de tus orejas, en rosa y azul. Venías corriendo, jadeando, como todas aquellas veces que llegabas tarde. Casi no podías ni hablar cuando llegaste a mi, poco más y te asfixiabas.
-Ya estoy aquí- dijiste costosamente.
-Tranquilo, respira- Te dije entre risas. Te sentaste a mi lado, a la derecha, por tu extraña manía de dejarme solo ver tu "lado bueno". Pasando tu brazo sobre mi hombro me preguntaste que tal todo. Entonces yo quedé seria. Comencé a contarte mis problemas. Esta vez, era yo quien contaba cuentos más tristes que los de García Marques en aquel banco. Te expliqué todo lo que había cambiado mi vida desde tu partida, el mogollón de gente que me giró la cabeza cuando más cariño y apoyo necesitaba. La dificultad a la hora de volver a dibujar, y la imposibilidad de hacerlo delante de alguien. El poco interés y ganas por mis estudios. Ya sabes, tu decías que me los curraba, que sacaría buenas notas, y nos iríamos. Al faltar tú, perdí el interés y la prisa de irme a cualquier lado. Te mostré mi corte de pelo radical, tratando así cambiar mi vida por completo. Te conté mis mil formas que tuve de seguir adelante, todas fallidas. Me desahogué al explicarte el mayor y grave error que cometí, por mis prisas porque tú me vieras bien, entre lagrimas y lagrimas. Serio, me decías que me calmase, que no me preocupase tanto. Que al final todo pasa, y con el tiempo todo se arregla. Me calmaste el llanto promentiéndome que harías lo posible por que todo me fuese bien desde donde estás.
-Me quedé con muy pocos recuerdos de ti- te dije. Tu, con tu gran sentido del humor sacaste el móvil y dijiste.
-Ahora cálmate, ponte todo lo preciosa que eres y sonríe.- Entonces me relajé, empezamos a hacernos fotos. Como siempre quejándote de que salias mal, siempre repeinándote. Comenzamos a hacer los tontos frente a la cámara, a poner caras raras y a reírnos de forma espectacular. Cuando conseguiste que estuviese feliz, tanto como aquellos días sentados en aquel banco. Me besaste y me abrazaste para despedirte. Te agarré fuerte, poniendo resistencia, no quería que te volvieses a ir. Pero en aquel momento, mis ojos se volvieron a abrir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario