jueves, 15 de octubre de 2015

Eclipse.

El siempre firme, recto, fuerte y brillante. Era un Sol, siempre arriba. Alumbraba a todos a su alrededor y dañaba a quien se sintiera superior, pues él siempre era supremo al resto. Todos giraban entorno a él, era el centro del mundo. Ella apagada y triste, siempre permanecía sola. Muchos la aullaban, nadie la quería. Las demás estrellas brillaban por su luz propia, todas iguales. Ella rotaba y rotaba alrededor de un mundo sin sentido, un mundo que no la aceptaba, sin luz, sin brillo. Todas las noches el Sol la alumbraba, entonces era un único momento en el cual ella se sentía bella, solo dependiendo de él. Ambos eran infinitamente distintos. Una era la noche, el otro era el día, se fundieron en un eclipse. Nunca fue eterno, ambos volvieron a separarse pues sus caminos no eran los mismos. Viven en un tiempo infinito, ellos solo tienen que esperar ese instante para volver a amarse. Mientras tanto Luna deberá de aprender a vivir sola. Aprenderá a quererse por ser distinta, única en el silencio del universo.

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