jueves, 28 de abril de 2016

Dialogo de una obra de arte.

-¿Por qué no me valoras?- dijo la obra indignada.
-Porque tu no eres arte- explicó el nuevo espectador.
-Pero soy bella aunque a veces trasmita tristeza. Muestro naturalismo, mis desnudos representan la belleza, e incluso expresividad cuando no hay hieratismo. Soy equilibrio y serenidad. Busco el prototipo ideal, da igual que sean siete cabezas como decía Polícleto o nueve como Apoxiomeno. Soy suma delicadeza con mis curvas praxitelianas, dinamismo y violencia en la Ménade de Scopas, hiperrealismo y fuerza en Laoconte y sus hijos. Individual y única como en la romana. Puedo ser un monumento a la paz imperial y muestro el gusto de las mujeres según la época. 
-Claro, el concepto clásico está fuertemente asociado a la antigüedad griega y romana, de alguna manera la propuesta de arte moderno se contrapone a lo clásico porque contraría lo tradicional por naturaleza. Trata de romper los esquemas básicos. Se denomina como contemporáneo a todo aquello que sucede en el tiempo presente y que pertenece al periodo histórico de tiempo más cercano a la actualidad.- Explicaba el iluso espectador. 
-Pero eso es un engaño- Replicaba la obra de arte- no todo lo que sucede en el tiempo presente puede denominarse arte, os acostumbrasteis al todo vale, y no vale todo. Yo no soy solo clásica, antigua y rancia. Soy expresionista, soy el horror vacui. Soy como estalactitas de ensueño y se me puede representar tanto en cúfica como en nasjí. Tengo fuertes simbolismos, mantengo el ideal de armonía y belleza estética. Aunque a veces, como en mi periodo románico, puedo ser sólida, sobria y sencilla. Puedo ser de dimensiones gigantesca, incluso monocromática. Puedo ser como una especie de esqueleto firme y resistente, en la que los huesos estén formados por arcos apuntados u ojivales, las bóvedas de crucería y los arbotantes como en una catedral gótica. Puedo ser feliz como el ángel de la sonrisa en Reims, majestuosa y serena como cualquier pantocrator. Aunque ahora, ante ti, muestro dramatismo. 
-No es engaño-Refutaba el espectador- porque la obra nace del concepto o la idea y no de la forma, expresan libremente sin seguir ninguna instrucción. Puede que no se entienda por ser algo muy personal, una obra no depende del trabajo que haya implicado el artista, transmite el objeto en si, y el arte ya no tiene límites. 
-Pero yo ya tengo variación, no existen limites en el arte por supuesto, siempre que sea arte. Mas, ya no existe el preciosismo naturalista de los artistas flamencos. Yo tengo variación a la hora de la técnica, soy pintada sobre muro, caballete, al fresco, al temple, al oleo... o cualquier otro soporte. Aunque a veces le doy importancia a la perspectiva y al paisaje, no ha sido siempre necesario. Algunos artistas muestran en mi interés por el ilusionismo, creando los llamados trampantojos. Suelo ser orden y racionalismo, con disposición espacial, geométrica, equilibrada y generalmente simétrica. Puedo tener tanto un aspecto cálido, o aspecto luminoso y frío, acrecentada por el foco de luz, ya sea frontal, cenital o impreciso. En cuestión de pintura puedo ser tanto las figuras estilizadas y delicadas de Botticelli como las que son tan sólidas que pesan como piedras, como en el caso de Masaccio. Puedo tener cualquier temática, incluso religiosa o profana. -trataba la obra de convencer.
-Pero los gustos y placeres asociados con el arte moderno pueden disfrutarse de un modo más personalizado y con grandes posibilidades de elección por parte de cada individuo. Sigo manteniendo que es la búsqueda de diferentes formas expresión, de experimentación artística, de abstracción e innovación. 
-Querido espectador ingenuo, ignorante. Permiteme decirte que os obsesionasteis tanto con la abstracción que dejasteis cualquier concepto menos el de arte y que, con tanta innovación, os olvidasteis de lo principal. 


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